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Las Urgencias de los Hospitales (del Club de la Comedia)
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¡Qué guay! ¡Mola que la gente vaya al teatro! Lo peor es que cuando sales… ¡a ver qué haces! Con la manía que les ha entrado a los alcaldes de cerrar pronto los garitos, no sabes dónde meterte. Claro que yo controlo la noche. Sé donde hay que ir para encontrar marcha heavy: A las salas de urgencias de los hospitales. ¡Muy fuerte! ¡Joé, qué ambiente… eso es el mejor after hours que existe!
Lo primero que te encuentras, nada más entrar, es que allí cada uno va a su bola. Fundamentalmente para sentirse a gusto en cualquier sitio. Uno llega allí con su madre doblada porque le ha arreado un cólico de riñón y la gente pasa de todo… ni puto caso… Ves a un tipo con bata blanca:
- Oiga, mire, mi madre que…
- Siéntese allí un momentito, que enseguida le llaman.
¿Por qué piensan que allí sentada le va a doler menos que en casa? ¿Es que meten calmantes en los conductos de ventilación?
Así que nada, aparcas a la vieja, que está hecha un cuatro, y te pones a mirar a la basca. ¡Buah, qué ambiente! ¡Selecto! ¡Y cómo van vestidos! ¡Supercómodos! En pijama y con la chaquetilla del chándal; en batín, desnudos y encima una manta… Que tú dices: “¡Joder, para un día que salen, qué poco se maquean! ¿No?” Pero bueno, que no te obliguen a ir de etiqueta ya es un punto…
Enseguida se empieza a llenar aquello: ¡atención!.
Llega una familia con un niño que se ha tragado la llave del aparador de la abuela. Mola porque ves que toda la familia ha salido junta de marcha: está el niño, la llave, la madre, el padre, la suegra, el abuelo, la chacha, y no se han llevado el aparador porque no cabía en el monovolumen… Y todos gritando a la vez… Y el médico no sabe ni lo que pasa, ni quién es el enfermo… ni le importa. Setecientos tíos montando bulla… ¡Y luego dicen que cierran los garitos por el ruido! Pues menudo escándalo hay en urgencias. En el cartel de “Se ruega silencio” en vez de a una enfermera de los tiempos de Marisol con el índice sobre los labios… deberían poner a un celador con cara de mala hostia y guantes de boxeo. Sí, sí, como esos porteros de garitos que no te dejan pasarte de la raya…
Y luego, que no te hacen ni caso, aunque parezcas sacado de Impacto TV. Ya puedes entrar con el ojo en la mano y acercarte a la supervisora:
- Disculpe señorita, mire…
- Sí, sí… siéntese ahí un momentito que enseguida le llaman.
Por si te has perdido algo, siempre hay otro que lo transmite por teléfono:
- No, todavía no lo han visto… sí, el brazo cada vez está más morado, pero peor está el del ojo, ¡si lo vierais…!
Que no, que no echas de menos nada los garitos.
Hasta el ganado se parece. Por ejemplo: hay un tío que no se mueve para nada. Claro, en el pafeto piensas: “¡Jodé, qué pedo lleva ese!” pero aquí dices: “¡Joder, ese tío no se mueve” ¡Que está fiambre! ¡Está muerto…!”
- ¡Enfermera, este señor se ha muerto!
- Que se espere ahí, que ya le llamarán.
¿A que en las discotecas siempre te encuentras con el típico que dice: “Oiga, es que conozco al del guardarropa, paso un momento a saludar…” Pues aquí igual.
- Oiga, usted no sabe con quien está hablando, mi abuelo fundó la Cruz Roja y mi vecino es el ministro de Sanidad… ¡Quiero hablar con el inspector!
Sí… Sí…
- Siéntese, siéntese ahí un momentito que enseguida le llaman.
Allí no se hacen distinciones. Y además la peña está unida. Si el tío intenta colarse protesta hasta el muerto… A todo esto, tu madre retorciéndose con el cólico.
- ¡Ay, qué doloooooooor!
- Oiga, ¿no le pueden dar a mi madre algo para el dolor? ¡Sí, sí, ya sé, que nos sentemos aquí un momentito que enseguida nos llaman!
Y el caso es que yo ya… lo siento por mi madre, pero casi prefiero que no llamen, porque conforme avanza la noche hay más ambiente.
Hasta se organizan concursos, como en los garitos. Pero nada de Miss Camiseta Mojada, no; aquí gana el que tiene la cosa más rara:
- Me han sacado la basílica balear.
- Pues a mí me duelen las verticales.
- Yo tengo un gato enterito con uniforme.
- ¿Un gato enterito con uniforme?
¡Luego te enteras de que tiene una gastroenteritis coloniforme!
En las esperas de urgencias siempre hay uno que huele mal y a su lado se queda un asiento vacío. Llegas tú y dices: “¡Huy, qué tontos! ¡Aquí hay un hueco libre! Te sientas, todos te miran… y a los dos minutos te levantas asfixiado y te tienen que poner la bombona de oxígeno.
¡Las sillas de urgencias…! Parecen sacadas de las películas de James Bond. Tienen un muelle que en cuanto dicen tu nombre sales disparado…
- Alberto Ruíz…
- ¡Yo, yo!
Da igual cómo estés, con el ojo colgando, los dientes en un kleenex… Sabes que tienes una oportunidad, sólo una. Como en las pescaderías: si dicen tu número y no estás, ¡el siguiente!
Eso explica también que el servicio siempre esté libre. Otra ventaja sobre los garitos. Todo el mundo se está meando pero no va nadie por si le llaman… Cuando no puedes más, meas con la puerta abierta. Da lo mismo que la gente te vea porque en urgencias se pierde el pudor. Ya no puedes más, vas… y justo en ese momento…
- ¡Amelia Gutiérrez!
¡Mi madre! Sales corriendo con los pantalones en los tobillos, haciendo el pingüino…
¡De verdad que mola! ¡Además, te dan pastillas gratis! ¡De colores! Que como se entere el alcalde, cierra también las urgencias, ya verán…
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La nostalgia ya no es lo que era. Peter De Vries, escritor estadounidense
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La novedad es madre de la temeridad, hermana de la superstición e hija de la ligereza. S. Bernardo de Claraval (1091-1153)
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