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Cómo hacer para conseguir que te dejen (del Club de la Comedia)
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Cuando empiezas a salir con alguien y te das cuenta de que la cosa ha dejado de tener gracia, lo mejor es terminar cuanto antes. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Qué es peor, dejar o que te dejen?
Sobre esto hay muchas opiniones, pero yo pienso que es peor dejar, porque sufres lo mismo y encima quedas como la mala. Sus amigos dejan de hablarte y te sientes culpable. Así es que, llegado el caso, es mejor que tus amigos dejen de hablarle a él y que él se sienta culpable. El egoísmo bien entendido empieza por uno mismo. En definitiva es mejor ayudarle a que te deje. Y así, todos contentos… menos él.
Lo primero que hay que hacer es agobiarlo. ¿Y qué entienden ellos por agobio? ¡El olor a compromiso! A un hombre le agobia más el olor a compromiso que el olor a pies. Cualquiera de ellos puede estar seis meses metido en un submarino nuclear, y tan campante… pero como al llegar tú le digas:
- Cariño, ¡cuánto te he echado de menos!
Enseguida te dice:
- Oye, tía, que me estás agobiando… me vuelvo al submarino.
Ellos son así: les agobia que les presentes a tu familia y luego son capaces de pasarse dos días en la cola del Bernabéu…
Otra cosa que tienes que hacer si quieres que empiece a pensar que vuestra relación tiene menos futuro que un libro en la casa de Jesulín de Ubrique es incluir en vuestras conversaciones algunas palabras de esas que, en cuanto las escuchan, les sale sarpullido: novio, boda, mudanza, piso, mañana, madre… Y sobre todo niños. Y si puedes soltárselas todas a la vez, mejor que mejor:
- Ayer le dije a mi MADRE que no pensaba presentarle a mi NOVIO hasta un mes antes de la BODA, eso si no me da por hacer una MUDANZA e irme a tu PISO MAÑANA mismo, que entonces no me ve hasta que no tengamos el primer NIÑO… porque tendremos más de uno, ¿verdad?
Tú le dices esto y sale corriendo más deprisa que Ben Johnson dopado.
Si esto te falla, siempre puedes recurrir a los diminutivos cariñosos. Si se llama Rodrigo, cuando estéis en la discoteca con sus amigos, llámale Ro… ¡Verás que risa! La misma risa que le entra a sus amigos le entra a él, ¡pero por los cojones…!
Y si aún así no reacciona… ¡Opina por él!
- Pues a Ro no le gusta el fútbol, dice que lo ve por vosotros… ¿Verdad, buñuelín?
¿Qué también aguanta? Pues hazle bailar. No hay nada que le fastidie más a un tío que bailar con una chica cuando ya se la ha ligado… Bueno, sí, que tú te pongas a bailar… delante de él, salsa. ¡Hasta que os hagan corro!
Si después de esto no te deja inmediatamente, atácale en uno de sus puntos débiles: la vanidad. Por ejemplo, a ellos les encanta que les regalen el oído y les digan cosas como: “¡Rodrigo, qué bien cortas el jamón!” “¡Qué lonchas más finas!” “¡si me las pego a las gafas puedo ver la televisión en 3D!” Así es que lo que tienes que hacer es decirle cosas como “oye, Ro… te han timado con el jamón, ¿eh? ¿Esto es jamón o Pavofrío?” Ahí lo has jodío… Ésta no te la perdona.
Lo tienes a punto de caramelo, sigue atacando su vanidad. Para los hombres es muy importante que tengas mucho sentido del humor. Pero para ellos eso no quiere decir que tú seas graciosa, sino que te rías de todas las gracias que haga él:
- Como siga subiendo la gasolina vamos a tener que comprarnos un ascensor… jo, jo, jo…
Y tú:
- Ji, ji, ji, ji….
Y el tío:
- ¿Sabes? Jo, jo… como sube y sube… Pues un ascensor… Jo, jo, jo, jo….
¡Se acabó reírle las gracias!
- Si sigue bajando el Atleti les vamos a tener que comprar un ascensor… jo, jo, jo…
Y tú con cara de Isabel San Sebastián:
- ¿Tú, qué pasa? ¿Qué todo lo solucionas con un ascensor o qué? ¿Qué eres, el botones Sacarino?
Un ataque así no lo aguanta ni Mike Tyson. Enseguida empezará con eso de: “Yo no te merezco…” “Vamos a darnos un tiempo” Pero si ni siquiera por ésas se decide, entonces no te queda más remedio que sacar la artillería pesada: el sexo.
No hay cosa que asuste más a un hombre que las novedades en el sexo. Así es que cuando menos se lo espere le sueltas:
- Ro, quiero que el sábado me hagas la purrusalda… pero bien, ¿eh?
Seguro que él te contesta:
- Ah,la purrusalda… ¡Purrusaldas a mí! ¡Prepárate!
Ahí lo has matado, porque un tío jamás admitirá que hay algo sobre sexo que él no sepa. Así que recurre a sus fuentes de información: Internet. Y se pone a chatear desesperado. “¿Alguien sabe lo que es la purrusalda…?” Y como los de Internet se tiran mucho el rollo, le contestan: “Es un baile parecido a la sardana” y otro: “Es una sopa rara que se hace con calabacines” y otro más: “Son unas hierbas laxantes…” Y el tío piensa: “¿Y qué le hago yo a esta tía…?”
Llegados a este punto, lo normal es que el tío desaparezca y te mande una postal desde la Patagonia.
Pero si a pesar de todo acude a la cita… Chica, quédate con él, porque un tío que no es vanidoso, que es capaz de conocer a tu madre, de escuchar la palabra Niño, de bailar salsa, de dejarse llamar buñuelín y que te hace la purrusalda… ¡Es un ejemplar único!. |
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¿Quién dijo que cuesta más vestir a una mujer que desnudarla? Enrique Jardiel Poncela
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La claridad es el barniz de los maestros. Luc de Clapiers (1715-1747); moralista francés
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