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Así voy creciendo... (por Carlos de la Orden)
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Niñez: la mejor etapa en la vida de un ser humano. Te pasas medio día durmiendo y el otro medio con la boca en un pecho. No haces la declaración de la renta, meas sin tener que levantarte y cuando te apetece algo berreas y listo. La niñez tiene una cosa en común con el resto de tu vida; no entiendes a tus padres cuando te hablan. En realidad no entiendes a nadie pero; ¿quién coño te entiende a ti cuando tratas de decirles que tienes hambre?. Tus problemas empiezan ya una vez que te destetan...
En tu primer día de cole te das cuenta que el chollo del llanto acabó. Lloras y lloras y no aparece ni Dios para sacarte de allí. Te ponen una especie de bata a rayas que tienes que manchar y eso ya mola más. El juego lo gana el nene que peor la lleve a casa. Y cuando ves a tu madre gritando como una loca piensas; “otra vez la sartén por el mango”. A mi hay una cosa que siempre me ha impresionado de los colegios, y es lo mucho que se parecen a las cárceles; vas uniformado, no puedes salir y encima te sueltan al patio durante media hora. ¡Incluso dan un número de lista!.
Pasan los años, pasan los cursos y llegan algunos cambios: pelillos en las piernas, pelillos en las axilas, pelillos en los co... Es cuando acudes emocionado a tu progenitor, que se está quedando calvo, y dices: “¡papi, tengo más pelo en los co... que tú en la cabeza!”. Y tu padre, que sigue sin entenderte desde que eras un crío, va y te pega un ostión. ¡Cómo se pone por un pequeño comentario capilar sin importancia!. Sólo querías hacer notar tu madurez...
Pero los cambios hormonales sólo les compartes con los que nunca has de hablar cuando tienes 14 años; tus amigotes del “cole”. Escuchas una palabra que se repetirá el resto de tu vida y no es tu nombre; masturbación. Lo bueno que tiene hablar de ésto con tus amigos es que son muchos, y tras estar con Pedrito es cuando te das cuenta de todo. Osea, no encontrabas placer acariciándote con césped seco sobre el pantalón porque por fin te enteras que una paja es otra cosa. Te explican que es como trabajar en una peletería; consiste en subir y bajar pieles.
Claro, es inevitable que tal cambio hormonal lleve a las primeras fijaciones en el sexo opuesto... y al Insuficiente. Pero, ¡qué coño!, la culpa de que no estudies la tienen las tías y un tal Lequio que te ha enseñado que sin trabajar y yendo todo el día con ellas se vive de puta madre. ¡Para que luego digan que la tele no nos ayuda nada cuando somos jóvenes!.
A los 18 años llega la primera novia seria y descubres que Descartes no es nadie a tu lado. Primera teoría filosofal; “mis padres no me entienden, a las tías no hay quien las entienda, por lo que mis padres se van a llevar de cojones con mi novia”. Dicho y hecho. Madre- Novia es como decir Bin Laden- Aviones. Tienen un objetivo y ese eres tú; siempre acaban chocando contigo. Total, dejas a la novia porque estás de tu madre hasta las narices.
La Universidad llega. Por supuesto a los 20 años porque el tutor Lequio aguantó más tiempo del esperado. La Uni se reduce a tres cosas; fotocopias, mus y fiestas. Tu segunda teoría filosófica; “mis padres no me entienden, la sociedad no me entiende, los apuntes no los entiendo por lo que : a) juego al mus que sí lo entiendo, y b) me voy de fiesta para entender a la sociedad”. Lo mejor es que no hay notas y a veces ni te ves en las listas. Eres como Michael Knight; un hombre que no existe en un mundo que tampoco existe.
Pero como no eres un jeta ni un vividor, te lanzas a la calle a buscar trabajo para pagarte tus cosillas. Pasado un tiempo te vuelves a lanzar. Y cuando tu casa parece Cabo Cañaveral, porque te has lanzado unas 20 veces, terminas la carrera.
En fin, que me quedo con la niñez porque me gusta dormir... y el pecho, claro.
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Nada puede destruir a la Humanidad excepto la Humanidad misma. Theilard De Chardin
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Nada da idea de la vejez prematura de un hombre hecho y derecho como su sumisión incondicional a la juventud de los otros. Gregorio Marañón
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