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 Hago lo que quiero con mi pelo (por Jeanette)
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¿Saben porqué Sean Connery ha llegado a ser tan buen actor o Constantino Romero tiene esa dicción tan perfecta?

Pues porque son calvos. Pueden dedicar el tiempo que quieran a su carrera en vez de atusarse como los gatos delante de un espejo.

Para empezar, uno nunca está conforme con lo que le ha tocado. La que tiene en el pelo más caracoles que la familia Bisbal se pasa la vida suspirando por ser como una vecina suya, a la que parece que una vaca le lame la cabeza todas las mañanas. A su vez la del pelo lacio, la de la melena que parece un sauce llorón con depresión, haría lo que fuera por tener el pelo rizado. Ha pensado en raparse la cabeza y pegarse una escarola con loctite. Ha pensado en pasar una noche de pasión con Joaquín Luqui por si lo suyo es contagioso. Todo. Lo que sea. Al final los esfuerzos de ambas se quedan en un término medio y cuando salen juntas son una mezcla entre Kunta Kinte, con su pelo afro, y un ejecutivo engominado.

Luego está la elección del peinado. En la peluquería te suelen montar unas obras de arte que duran menos que Zapatero en un ring de boxeo...así que al día siguiente ya estás reconstruyendo en tu casa.

Una peluquera genuina, de barrio, consigue peinarte con un peinecillo de plástico y un secador que parece que va a manivela, y todo ello mientras pone verde a la Jesulina e inspecciona con el rabillo del ojo lo mal que tienes las puntas, así que piensas que no debe ser muy difícil.

Ya en tu casa te encierras en el baño y preparas el ritual. Colocas en un taburete el cepillo redondo con cerdas naturales, el peine ergonómico, el agua de peinado, la laca hecha con extractos de super-glue, y el secador profesional que pasaste de contrabando cuando fuiste a Andorra, (y se rumorea que utiliza Llongueras). También tienes un surtido de pinzas a las que siempre falta un diente. Tienes más instrumental que George Clooney en Urgencias para hacer un transplante de cerebro a dos siameses cardíacos.

Y tres horas más tarde estás para el arrastre. Has tenido más tiempo los brazos en alto que todos los atracados por el Lute juntos. Llevas tantos aerosoles en el pelo que casi te esperas que un comando de Greenpeace invada tu casa y te mate a collejas, y tienes las melenas tan cardadas que sabes que se te ha perdido dentro un peine, pero no sabrías decir dónde. Ni Paco Lobatón te lo encuentra. Y eso que era de dientes gruesos.

Ya puedes hartarte de decir lo de “hago lo que quiero con mi pelo” que nadie te creerá. ¿Y que pasará si consigues peinarte en condiciones? El efecto es el mismo que cuando limpias los cristales. Caerá el diluvio universal. O eso o nada más abrir la puerta del portal surgirá un tornado de la nada que ni Dorothy, la del Mago de Oz, podría capear. Cuando llegas a tu destino te sientes más solidaria que nunca con la duquesa de Alba y su peinado. Además con la electricidad estática te van enganchando con los pelos a todo bicho viviente en siete metros a la redonda. Como el hombre araña con los filamentos esos que lanza. Llevas tanta espuma que incluso son igual de pegajosos. Después el pelo se seca y tus preocupaciones acerca de lo que deparará la noche han terminado. Ya tienes clarísimo que no te vas a comer una rosca, porque lo de tu peinado no tiene remedio, ni aunque tires del secador de manos del baño. Pasas por la humillación de meter la cabeza debajo, toda agachada. Cualquiera que entre en el baño se va a pensar que intentas descubrir si te has puesto bragas o se te han olvidado... y al pelo se la trae floja. Lo que sale del baño ya no eres tú. Es Ronald McDonald después de peinarse con una alambrada eléctrica.

¿Y si superas todas estas pruebas del destino y con tus pelos post-lluvia consigues ligar? La venganza de los hados esperará hasta la mañana siguiente. A los hombres les suele gustar ver a una mujer recién levantada con el pelo algo revuelto...les da un aspecto un poco salvaje, muy sensual. Y tú muchos días te levantas así, de verdad, pero...amiga, duerme acompañada y sorpréndete. Con esto de compartir la cama has dormido de medio lado y cuando vuelves a la vida el tiempo ha retrocedido treinta años. Los setenta están aquí. Eso dice el tupé de Tony Manero en el que se ha mutado el flequillo. Y tú que lo intentas aplastar, pero se resiste, y vuelve a subir. Como el atleti. Y a ti que eres del Madrid no es que emocione esa perspectiva, y más cuando tu amigo empieza a rebullir a medio metro de ti. ¿¿Qué hago?? ¿Me ato la ballerina alrededor del pelo en plan maruja? ¿¿Me pongo unas gafas de sol como una pija, o sea?? Pero no tienes más tiempo de pensar porque ya se ha despertado. Y el resto del tiempo que permanezca en tu casa vas a estar con la mano escondiendo la frente, sujetándote el tupé para que no se te escape y tu novio se piense que tienes a los Bee Gees escondidos en el armario. Como mantienes la mano así hasta para el beso de despedida acabará pensando que te has vuelto tonta y te tocas tanto la melena para comprobar que el tinte sigue ahí.

Después de todo esto he pensado muchas veces en raparme la cabeza, pero me contengo porque sé que podría ser peor. Miren a los de Gran Hermano; que no sólo tienen que peinarse sino bailar la coreografía de Grease delante del espejo para quedar graciosos. Miren a Anasagasti. Miren a Nina...yo creo que el pelo se le quedó así del susto de uno de sus propios agudos. Me voy a quedar como estoy, y supongo que ustedes también, pero sólo les pido que antes de reírse de ellos la próxima piensen en lo complicado que es salir presentables a la calle.


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Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme "Guerra y paz" en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia. Woody Allen

El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales. José Ortega y Gasset (1883-1955)



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