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 The Metro Story (por Rafael Ferrer)
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Buenas:
Suena el despertador, apenas has conseguido abrir los ojos te lanzas a la calle y como un zombi llegas al metro, te avergüenzas de tu cara y caes en la cuenta de que todos tienen la misma cara que tú, pero no, no, la tuya es peor, que claro, luego dicen que dormir en bueno ¡ Y una mierda! ¿Cómo va a ser bueno algo que antes de que ocurra tienes cara de buena persona y al levantarte pareces la abuela de psicosis?
Y eso que ahora te dan el periódico en el metro que es una idea muy buena para que nadie aprecie lo dormido que vas y el careto que gastas, conozco algunos que dan cabezadas detrás de las hojas del 20Min. Que luego llegan tarde al trabajo por que con él sobe que llevan se recorren la línea 20 veces, de manera que se plantan en la oficina y sueltan eso de que el niño estaba malo y que le han tenido que llevar a urgencias (y eso que es soltero y sin hijos).
En fin, que todos en el metro a las 6 de la mañana, que tiene “mandanga” el asunto ¿se puede saber donde vais todos tan temprano con lo bien que se está en la cama? Mas de una vez al entrar he formulado esa pregunta y todo el mundo te mira sonriente, pero nadie suelta prenda, ¿no sería guay que contestasen? ¡Pues yo a trabajar! ¡Yo al médico! Pues a mí me van a operar de la apéndice ¿Y el resto que, de marcha? Vamos, vamos, las marujas van hablando sin parar, ¿se puede saber que tienen que contarse a una hora en la que no están puestas ni las calles? Que no es coña, que yo me cruzo todos los días con un señor que se llama Paco con una carretilla llena de aceras y de bordillos que los va colocando y su cuñado Lucas que es el que pone los nombres de las placas. Y el “chuzo” de turno con el walkman puesto, con las manos en los bolsillos y moviendo la cabeza como el perro del anuncio, pero si te arrimas a él puedes escuchar que tiene puesto los grandes éxitos de Manolo Escobar, que yo no tengo nada en contra de Manolo Escobar, que quede claro, pero queda poco “pofesional” entrar al trabajo cantando “No me gusta que a los toros te pongas la minifalda...”
Luego te bajas en la estación y hala, trasbordo, que entre el sueño que llevas y la de gente que hay, acabas siempre donde menos te esperas, así que cuando ya has cogido el metro todo animado y con la lengua fuera, por que los jodios quieren ir tan rápido que paran dos milicentesismas de segundo por cada estación, te das cuenta con toda la amargura de tu pobre corazón, que te has equivocado, asi que a codazos y a mordiscos te abres camino entre la multitud y te vuelves a coger el metro al otro lado, cuando por fin consigues coger el metro en tu dirección entra el típico de “Buenos días perdone que le moleste, vivo en un coche abandonado...” y claro hay quien le da algo, hay quien le da por saco y hay hasta quien le mira y le dice ¿por qué no trabajas jodio? Que si el pedigüeño tuvieran un poco de morro te dirían, - ¡pa no tener ese careto! ¿Qué passa? – Así que ya te has pegado con media ciudad, has encontrado al pedigüeño de turno, te has perdido de estación, tienes sueño, llegas tarde y las tripas te hacen “guyu guyu” así que sales del vagón y venga pasillo y pasillo, que vamos, será por pasillo digo yo, y claro como todo el mundo va igual que tu, como para ponerte a saludar está la cosa, entre los que van con la música, los que van sobaos, los que van mascando chicle y las marujas que no paran de rajar te entra la gran desesperación, subes las escaleras y te plantas en la puerta de tu lugar de trabajo, miras el reloj con desesperación y tachan!! Ya has llegado tarde, todo el mundo te mira con cara de rencor, ¿qué pasa que vosotros no llegáis tarde nunca? A la vuelta se repite la historia pero con cara de cansancio y oliendo a “humanidad” así que me voy que llego tarde.
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La edad de casarse llega mucho antes que la de quererse. Friedrich Nietzsche
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El diablo puede citar las escrituras para sus propios fines. William Shakespeare
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