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Qué pasaría si los hombres se quedasen embarazados (del Club de la Comedia)
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Dicen que la población está envejeciendo. Los políticos piden niños, no hay más que ver la que se ha montado con el primer niño del milenio, que menuda paliza nada más nacer... Pues no es por culpa de las mujeres, nosotras ya hacemos lo que podemos, de hecho parimos, aunque tal y como está el empleo ponte a pedir bajas maternales... Por eso yo creo que si quieren que haya más niños, que los hombres también se embaracen. Auque no sé si eso solucionaría el problema, porque... ¿se imaginan lo que pasaría si los hombres se quedasen embarazados?
Por ejemplo, está claro que los hombres son unos flojos. No soportan el dolor. Así como las mujeres aguantamos casi hasta el último día yendo a trabajar, ellos, con lo quejicas que son, en el momento en que les diera positiva la prueba entrarían amarillos en el despacho del jefe con al rana tiesa en la mano:
- Mire, mire cómo estamos... Deme la baja, que ya tengo náuseas, vengo vomitando desde el laboratorio por la ventanilla.
Cuando estamos embarazadas, ellos saben que no pintan nada, pero como se empeñan en agradarnos, no paran de hacernos preguntas:
- ¿Qué tal te encuentras?
- Muy bien, estoy fenomenal.
- ¿Pero te encuentras bien de verdad?
- Sí, mi amor, ya te lo he dicho...
- Es increíble lo bien que te encuentras, ¿verdad?
- Que sí, que estoy bien... no te preocupes, no me pasa nada.
Al final eres tú la que acabas tranquilizándole a él.
Si los embarazados fuesen ellos, las respuestas serían distintas:
- Antonio, ¿qué tal estas?
- Jodido, yo creo que estoy perdiendo hasta la vista.
- Pero, ¿tan mal te encuentras?
- Fatal, me quedan dos telediarios. Vas a tener que criar a nuestro hijo tú sola.
- Es increíble lo mal que te encuentras, ¿verdad?
- Y lo que me callo, pa’ no asustarte, que la procesión va por dentro.
Total, que al final también le acabas tranquilizando tú.
Las mujeres, cuando estamos embarazadas, tenemos antojos porque se nos agudiza el sentido del olfato. Puedes oler las palomitas del cine que está en la otra manzana, o el marisco a la plancha del bar que está dos calles más abajo:
- Quiero marisco.
Y te lo trae, porque ya saben eso que dicen, que si no te conceden un antojo luego al niño le sale en el cuerpo, y claro, él no quiere que el niño nazca con cara de gamba, aunque luego sea el más gamba de su clase...
Si los hombres se quedasen embarazados sus antojos serían distintos. Con lo simples que son, se despertarían a medianoche diciendo:
- ¡Quiero una Black & Decker! ¡Necesito hacer agujeros, ya!
Y tú se la traerías, porque no te gustaría que el niño naciese con la nariz retorcida como una broca.
También cambiaría la preparación al parto. Las mujeres no tenemos problemas con eso de tirarnos al suelo. Y respirar ahora sí, ahora no durante horas y horas. A los hombres en cuanto les dijeran: “Vamos a hacer ejercicios de relajación”, se sentarían en una mesa y sacarían el dominó:
- ¡Venga, pito doble!
Una pregunta: con la tripa que tienen ya algunos hombres, ¿cómo se les pondrá cuando estén embarazados de treinta y dos semanas? Como un dirigible. Más de uno en vez de romper aguas, romperán cerveza.
Otra: ¿se moverá el niño más en el vientre del hombre? Seguro que sí, sobre todo cuando se pongan a roncar. ¿Cómo va a saber el niño que tiene que hacer tsk, tsk, tsk, para detener el terremoto?
Y una última pregunta: ¿qué harán los hombres cuando sientan las pataditas del bebé? Las mujeres nos emocionamos y decimos: “Mira, mira, se ha movido.” Ellos directamente cantarán el gol: “¡Gol! ¡Gol de mi chico!”.
Y, en vez de ponerle música clásica para que el niño salga más inteligente, pondrán el Carrusel Deportivo:
- Es que así se relaja el niño, es oír el gol en las Gaunas y se queda como una malva. ¡Esto sí que es un clásico!
Una de las cosas que más cambiaría sería el cochecito. Nosotras, que somos más prácticas, el único accesorio que le ponemos es una sombrilla, por si hace sol. Los hombres no soportarían comprarse algo que incluyese la palabra “coche” sin llenarlo de chorradas. Seguro que los venderían en los concesionarios. Se pondrían insoportables:
- El mío tiene radio extraíble, es descapotable y lleva llantas de aluminio, y un alerón...
No habría ningún cochecito sin alerón. Luego habrías que verles, picándose en el paseo y haciendo adelantamientos, y el pobre niño con cara de velocidad.
Y el colmo: si a los hombres ya no hay quien les soporte cuando se ponen a contar su mili en plan fantasma... para aguantarlos contando el parto:
- ¡Bufff! Lo mío sí que fue un parto con dolor. Se había acabado la epidural, la matrona y el médico sentados encima de la tripa porque llevábamos cinco horas y nada. El niño intentándolo hacia arriba, que ya estaban pensando en sacármelo por la boca. ¡Todos atacaos! Y yo: “Tranquilos; a ver, dame la tijera que me voy a hacer la cesárea...”. Tras, tras, unas puntaditas... y así que salí andando del quirófano, con mi niño en brazos, que se quedaron alucinaos.
En fin, que pensándolo bien, prefiero parir a mi hijo antes que tener que aguantar a un hombre embarazado.
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El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece J. Benavente
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Los mundos nuevos deben ser vividos antes de ser explicados. Alejo Carpentier (1904-1980); escritor cubano
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